martes, octubre 25, 2005

Crónica de ausencias IV

La melancolía me resulta hoy insuficiente; busco, en estos días, una sensación más productiva. Tus ojos, recurrentes, como ventanas por las que mirarte sin que llegara a comprender hasta mucho más tarde lo que gritaban: no crecí lo suficiente y no supe que tú tampoco lo harías, que no superarías el dolor porque tu vida se había convertido en una mera situación.

Corría por los días con la sensación de tener mil tropiezos, con la ingenua creencia de que me acercaba a una frontera difusa que, al cruzarla, me daría la absolución: la ingenuidad me acompañaba por aquel entonces, y ahora estoy aprendiendo a perdonarme por ello.

No eres, o no quiero que seas, más que un conjunto de retazos de tiempo que regurgitan sus memorias, empecinados en no acabar de desaparecer definitivamente; en recordar, por el dolor que me causan, que fueron los dueños de mi vida, pero que no son, o no quiero que sean, más que los últimos representantes de un antiguo y oscuro linaje cuya hidalguía es su único y vicario patrimonio.

lunes, octubre 24, 2005

Crónica de ausencias III

La verdad es que ignoro las dos cosas: no se por qué te escribo en cuartillas y no sé por qué te escribo, pero muchas veces las cosas se empiezan sin un por qué, y luego pasa lo que pasa.

El que te escriba en cuartillas, quizás se deba a una regresión hacia mi infancia de escuela nacional y de educación franquista aunque, en general, de buenos profesores. Quizás busque consuelo en una época temprana para darme cuenta que ya entonces no existía: regreso a mis orígenes sin demasiada pesadumbre
pero sin alegría, buscando el catalizador de lo que siempre he sido.

El que te escriba puede que sea un intento de redimir mi necedad, porque de lo que me siento verdaderamente culpable es de mi ignorancia, de mi cercenante estrechez emocional, de saber que he sido un imbécil a pesar de mi apariencia de cultura. Y es que la memoria es alevosa y sólo recuerdo, ahora, copas y copas y llanto tragado de las copas: alcohol y humo, e impotencia sorda y ridícula… me avergüenza mirar al pasado semireciente, pero… qué le vamos a hacer… es historia, aunque sea la mía.

martes, octubre 18, 2005

Crónica de ausencias II

Hoy te he visto andando por la playa observando absorta tu sombra proyectada hacia el este. Parece que por fin has conseguido alcanzar algo de tranquilidad, lo que me alegra de una manera enorme: hacía tiempo que lo esperaba. Hace mucho que aguardaba poder hablarte sin correr el riesgo, casi cierto, de que tu boca se convirtiese en un manantial de reproches. No sé si lo merezco o no, pero estaba hastiado, verdaderamente hastiado, de esta situación, del hartazgo que me ha provocado esta permanente sensación de huida.
Te he observado largo rato, varias horas diría yo, y en todo momento te he visto cabizbaja, escudriñando tu sombra, contemplando tus pies descalzos hundiéndose ligeramente en la húmeda y blanda arena y lamidos esporádicamente por las lenguas saladas que son las olas casi moribundas.
Sigues dubitativa, continuas en la zozobra, pero hoy ha sido el primer día en el que me he convencido íntimamente de que podrías superarlo, y me he alegrado, me he animado y hasta me siento capaz de volver a soñar con la existencia de un futuro agradable. Todo va bien. Estupendo.

martes, octubre 04, 2005

Polo Norte

Amansados los sueños y las ansias
la terca niebla preside el horizonte:
todo lo abarca, lo atempera
con su abrigo inconsolablemente frío.
Quedo aturdido por la fuga
del amor que me dio vida
más allá de la vida del carbono.

Reverencias boreales desde este septentrión del alma
-en el que transito de pionero
explorando desiertos siempre helados-
iluminan con sus luces serpentinas
la noche cautiva por un sol de varios meses.

Mi ruta es hacia el norte
y aquí el norte está en el suelo:
avanzaré cavando entre los hielos
buscando un nicho a la memoria.

Ateridos los dedos,
las uñas desgastadas
y violáceos jirones de piel desperdigados:
quedo exhausto.

Apuro de dos tragos la botella,
pues dicen que el alcohol
precipita la muerte por el frío.

lunes, octubre 03, 2005

Crónica de ausencias I

Fuiste a pasear con un amigo: un amigo y un proyecto de una amistad distinta, aunque ahora algo mermada por los años y la distancia. El proyecto eres tú. Quizás no haya quedado claro y no quiero malentendidos: los hilos del tiempo se usan a menudo para estrangular y degollar en silencio, no debo ceder a la tentación.
Sé que quiero hablarte, aunque también sé que no tengo nada que decirte: todo se parece demasiado desde hace demasiados años. Todo se aglutina en un único punto de fuga en el que converge nuestro horizonte. Y no es casual que hoy me sienta inquieto: de nuevo la gran luna llena ha aparecido sembrando una senda sobre el mar e invitándome a abandonar la playa con dirección al abismo.
Hoy, de nuevo tu cintura me parece un asidero desde el que sujetarme a la vida y rememoro el tacto denso de tu pelo entre mis dedos. Su olor a profundidad constituye un refugio frente al mundo.