Uno sigue regresando al lugar dónde aprendió a sobrevivir, al tiempo en el que supo que lo que quedaba era una propina, al hecho en el que la forja del carácter fue más fuerte y mediatizó todo lo que le ha sucedido después e hizo que las ausencias se prolongaran como actos, con su peso gravitando sobre todo y dándole una importancia relativa. Uno intenta desaprender que es una persona herida. Pero, aunque no lo consigue, sabe que con mucho de suerte y algo de paciencia puede llegar a emocionarse como juzgó imposible.
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