jueves, julio 20, 2006

Sobredosis

Sumergido entre la nostalgia y la bruma,
arrastrado por la marea suroeste
me convierto en prisionero de la luna:

          afán petrificado, arrullo en huída,
          sangre espesada por la angustia
          y un grito sofocado en la garganta.

Patíbulos de dagas y de alfanjes
mutilan los lechos y las rosas,
las risas, las caricias y embestidas
de dos almas que transcendieron a la carne.

Silencio de sangre de amapola,
dolor anestesiado con muscaria,
alucinaciones, chamanes y peyote,
envían sus huestes a salvarme:
          abro las venas, la boca, los pulmones
                    -como un pez convulso por la asfixia-
          esperando febril la sobredosis
          que congele este frío para siempre.

2 comentarios:

quantum dijo...

Carz, amigo,
hermoso y terrible poema. Desde luego, el amor te ha elegido para que sientas todo su gozo y todo su desgarro.
Gracias por tus deseos, pero la felicidad, cuando es extrema, viene siempre acompañada del dolor. Y, aunque la escritura pueda ser un sucedáneo de la vida, de la vida intensa y plena, esto es sólo a veces.
Deseo seguir viviendo intensamente, y que lo hagas tú también, con la escritura al lado: que esté siempre ahí , como quien nos ama de verdad.

Un beso.

Carz dijo...

Gracias Quantum,

Me hacen bien tus palabras, saberse comprendido hace que el dolor no sea tan árido. Y sí, este infierno lo doy por bien ganado, y lo mejor es que volvería a repetir: el dolor no me asusta, sólo me destroza, pero cuando pasa me seduce de nuevo la tentación de los barrancos.
Te deseo una vida intensa y, a ser posible, sin dolor como epílogo.

Un beso.